Siempre he querido hacer voluntariado. Recuerdo de pequeña en Navidad ir con el colegio a residencias de ancianos a cantar villancicos y acompañar a las personas mayores y visitar orfanatos.
De joven fui voluntaria en Don Orione, un centro de discapacitados físicos y psíquicos al que iba los domingos para ayudar en la higiene, vestido y desayuno de los residentes que vivían allí.
Luego me casé, y el trabajo, el nacimiento de mis hijos, no me dejaban tiempo para nada más. Pero siempre pensé que si en algún momento de la vida podía iba a retomar esa “actividad” que yo tenía pendiente.
El año 2022 supuso un punto de inflexión en mi vida que hizo que todo saltara por los aires y me llevó a un período de dolor y sufrimiento que he tardado mucho en superar y que me ha dejado una huella imborrable.
La muerte de mi madre por Covid.
El despido de mi marido.
Mi despido de la empresa en la que llevaba trabajando doce años.
Los trabajos se pueden sustituir; las personas, no. Y todo ese proceso me llevó a plantearme que quería otra vida. Y, con mis hijos ya mayores, se abría de nuevo el camino del voluntariado.
En agosto de 2023 conocí a Susana y a la Obra Social-Familiar Álvaro del Portillo. Me contó cuál era el proyecto y me preguntó en qué quería y podía ayudar. Y ahí empezó todo.
Comencé a colaborar en el despacho de acogida. Se acoge a todas las personas que acuden buscando ayuda, sin ningún tipo de discriminación y ofreciendo distintas formas de apoyo: alimentos, charlas de formación, asesoramiento legal en orden a obtener la residencia y cursos de formación laboral.
También se les ofrece participar en grupos homogéneos de madres, matrimonios, jóvenes, para que se puedan conocer y reforzar la red de apoyo tan importante para todas las personas.
Me gusta dar las charlas y ver que los beneficiarios hacen comentarios, participan y alguno se anima a contar su historia personal.
Mención especial merecen las entrevistas de acogida. Ese primer contacto en que la persona que necesita ayuda se sienta con un voluntario, y conocemos su situación personal y sus necesidades. Estar disponible para escuchar lo que quieran contarte, darles apoyo, ánimos, y que la persona sienta que en esos momentos es lo más importante para ti. Que sepa que está en un lugar adonde siempre puede acudir y se le ayudará lo mejor posible.
Para mí el voluntariado es una labor muy gratificante. Das tu tiempo y aportas tus conocimientos para ayudar a personas que lo necesitan. Y no solo eso, sino también escucharles, apoyarles y tenderles una mano. Ver que poco a poco van saliendo adelante, encuentran algún trabajo y te lo cuentan.
Creo que hay que tratarles con mucho respeto y que no olviden que, sean cuales sean sus circunstancias, cada uno tiene un valor y una dignidad infinitos.
Y el voluntario siempre recibe más de lo que da.